El barrio de la playa llegó a mis manos cortesía de Sandra Bruna-Agencia Literaria, como agradecimiento al darme de alta en su servicio de newsletter. Desde aquí quiero devolver ese agradecimiento en forma de reseña.
Begoña García Carteron es la autora de esta novela histórica sobre el origen del barrio barcelonés de la Barceloneta. Es su primera novela, aunque como licenciada en Historia del Arte, periodista y coordinadora editorial, ya ha publicado más libros, artículos, estudios... centrados en Barcelona, su ciudad y por la que siente un apego especial. En la actualidad firma una columna semanal en la revista TimeOut Barcelona.
Esa dedicación a la cultura de su ciudad la ha llevado a escribir sobre el origen del barrio marinero de la Barceloneta desde un punto de vista humano, cercano a las gentes que a mediados del siglo XVIII poblaban el barrio del Arenal, sobre el que se construyó la actual Barceloneta. Un relato de microhistoria que conecta muy bien con las tendencias historiográficas que siempre han caracterizado a las universidades catalanas, más apegadas a las corrientes de pensamiento francesas.
Carteron nos dibuja una Barcelona que intenta desperezarse tras las consecuencias de la Guerra de Sucesión (1700-1714) que fueron significativamente malas para todo el antiguo Reino de Aragón y en concreto para Barcelona, opositora al poder unificador y centralista que encarnaba Felipe de Anjou, futuro Felipe V, primer rey Borbón de España. Esas consecuencias se materializaban de forma física en la construcción de la Ciudadela, una fortaleza militar desde donde controlar cualquier levantamiento contra el poder establecido y reprimir a todos aquellos opositores contra la monarquía borbónica. Está claro que el trasfondo histórico de esta novela es la muestra de que este conflicto bélico, olvidado para la mayoría de los españoles, está muy vivo y presente entre los catalanes, solo hay que darse una vuelta por la Catedral del Mar en Barcelona y ver cómo en su lado sur se encuentra un monumento a los caídos en esa guerra, con una llama siempre encendida. También me hubiera gustado hacer una semblanza de lo que fue aquel enfrentamiento bélico, de sus dimensiones internacional y peninsular, de sus consecuencias que todavía hoy se notan... pero no es el lugar adecuado.
Sabina, Ginebra, Elvira, Joan, Guillermina y Micaela son los partes en las que se divide el libro y a la vez los personajes que protagonizan cada una de esas partes. Aunque la historia tiene siempre el mismo trasfondo, la autora prefiere poner el foco en diferentes personajes para desentrañar la maraña de una historia que afecta a todos los personajes antes mencionados en mayor o menor medida.
Sabina, la de más de edad de todos los protagonistas, lucha por salir adelante en un barrio de pescadores plagado de barracas junto al mar, el Arenal. Lo hace junto a su familia, junto a lo que queda de ella, pues el mar se llevó a gran parte de ella, como a casi todos en ese barrio. En su lucha, consigue un trabajo de limpiadora en la Ciudadela, no solo para ella sino para otras más, entre ellas su hija y su nieta. Este hecho, el de encontrar trabajo en la Ciudadela, será el desencadenante de toda la trama del libro, pues allí, en un ambiente marcial, marcado por el horario de los militares, en un estricto control de los altos cargos, los personajes sufren una serie de experiencias que marcarán su devenir en la historia, pero más especialmente Micaela, objeto de una agresión sexual.
Ginebra, adelantada a su tiempo, obligada a casarse con un hombre, huyó de la tutela de su padre, un médico holandés, para refugiarse en el barrio del Arenal, en una barraca donde atendía como partera y médica sin titulación gracias a la benevolencia precisamente del hombre al que rechazó como marido. Ese rechazo no es por otro motivo que su orientación sexual. Ser lesbiana en aquel momento no debía ser fácil, por eso que su arrojo ante lo desconocido al huir de la tutela de su padre, la hace uno de los personajes más peculiares en esta trama.
Elvira, una joven doncella, que sirve para la dama Agustina, vive el amor con un militar que conoció cuando trabajó en la Ciudadela. Además le toca ser confidente de Ginebra en sus escarceos amorosos. Elvira aporta a la novela un toque de frescura porque nos habla del ambiente en la ciudad, fuera del barrio, en un trabajo que le vale para desarrollarse como persona, para hacerse autónoma y descubrir sus cualidades. También es el gancho para empezar a vislumbrar las obras del nuevo barrio de la Barceloneta, que se construyó derribando los barracones del antiguo Arenal. A través de ella vemos las inquietudes de los pobladores del barrio ante el nuevo futuro, pero también la alegría, la fiesta de la inauguración de las primeras fases del nuevo barrio.
Joan, un oscuro personaje que aparece en la trama para despertar viejos fantasmas de lo ocurrido en la Ciudadela. Más allá de eso, Joan es la pieza que nos muestra la otra cara de un barrio de pescadores. La cara del contrabando, de los lupanares, de las casas de comidas donde también se trapichea y se cierran negocios turbios.
Guillermina, madre Micaela e hija de Sabina, trabaja en las cocinas del palacio del Marqués de la Mina, alto mando de la Ciudadela. De Guillermina y Micaela tenemos noticia a lo largo de toda la novela, pues no dejan de ser la espoleta de la trama de El barrio de la playa.
La historia de la creación del barrio marinero de Barcelona a través de las mujeres y hombres que fueron sus primeros moradores deja el regusto de los libros bien escritos, de las historias bien contadas, en las que cada personaje, cada pedazo de la historia es creíble. Vidas que se encuentran en el camino, vidas que se unen para dar sentido a la ciudad. Vidas que son la Historia de los barrios, que explican las razones de su existencia. Barrios con Historia, con olores y sabores peculiares, suyos nada más.
Si es cierto lo que dice la solapa del libro y Begoña García Carteron tiene otra novela en el fondo del cajón, desde aquí la animo a que la publiqué y nos cuente a todos más historias de su querida Barcelona.
Publicado por Carlos
Masó