Mi mujer se marchó a Australia a grabar un disco. Ella estaba contenta y emocionada con su trabajo y yo la echaba terriblemente de menos. La echaba tanto de menos que pensé en hacerle un regalo especial, decidí regalarle mi infancia. No podía llevarla a aquellos lugares en los que había sido niño pero sí podía contarle una historia. Escribí y escribí y escribí. Días y días hasta que me di cuenta de que tenía una novela. Una novela para Amanda pero también para todo el mundo.
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Más o menos con estas palabras presentaba Neil Gaiman su novela, el pasado mes de mayo, en Madrid.
El océano al final del camino es un cuento. Una historia con buenos y malos, con hadas y brujas, con lugares misteriosos e inexplicables, con habitaciones que dan miedo y otros sitios que son mágicos y seguros. Con niños, con padres y madres. Con comidas favoritas. Una historia con la que se pasa miedo y susto y con rincones que te acogen con una luz cálida y confortable.
Pocas cosas hay más íntimas que contarle un cuento, una historia a alguien a quien quieres: tus hijos, tu pareja. Una historia que puedes estar inventándote pero que en el fondo tiene mucho de ti, es tu reflejo, tu eco. Eres tú. Puedes disfrazarla, adornarla, esconderla, añadir monstruos o quién sabe si disfrazar alguno que en realidad sí existió y crear sitios mágicos donde no has estado pero te gustaría ir.
¿Quién no quiere susurrarle una historia así a alguien querido? ¿Quién no desea que alguien que le quiere le susurre un cuento?
Así es la historia que Neil Gaiman ideó para su mujer, Amanda. Es un cuento sobre un hombre que al volver a la que fue su casa tras muchos años, se sienta a recordar su infancia, sus siete años. Imagina o quizás recuerda una especie de aventura con un personaje malvado que llega a su vida y él es el único capaz de ver el peligro. Una cotidianidad confortable y segura que se llena de elementos fantásticos que la transforman y la hacen terrorífica. ¿Acaso hay algo que dé más miedo que no reconocer las cosas que más queremos, a las personas que nos son más queridas?
Neil Gaiman escribe con un estilo sencillo y sin muchas pretensiones. El océano al final del camino no es una gran novela ni una historia que vaya a cambiarte la vida. Se lee con agrado, con inquietud a ratos y proporciona un buen motivo para recordar nuestra infancia y en pensar en nosotros mismos como niños.
“Te voy a decir algo muy importante: por dentro, los adultos tampoco parecen adultos. Por fuera son grandes y desconsiderados y siempre parece que saben lo que hacen. Por dentro, siguen siendo exactamente igual que han sido siempre. Como cuando tenían tu edad. La verdad es que los adultos no existen. Ni uno solo, en todo el mundo.”
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¿Quién no se ha sentido así alguna vez?
Lo tengo en la lista de pendientes, como el resto de los libros de Neil Gaiman que no he leído. Tiene una pinta fabulosa... :)
ResponderEliminarBettie, es una cuento para adultos, no te cambiará la vida pero pasarás un buen rato. Te recomiendo también Coraline.
ResponderEliminarMe gusta la idea de que los adultos no existen, yo siempre me he sentido así, como si solo hubiese ido cambiando de disfraz.
ResponderEliminarPilar, creo que esa sensación la tenemos todos. Gaiman lo cuenta muy bien. :)
EliminarMe ha gustado mucho lo que cuentas. No dudo que lo leeré, gracias :)
ResponderEliminarOjizarka, el mérito es de Gaiman que lo cuenta todo muy bien y es un tio con una conversación apasionante.
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