Me lo recomendó Pilar, entonces compañera de trabajo, ahora buen amiga. Mis continuas quejas sobre el trato con los clientes la animaron a prestarme este libro, uno de esos tesoros que cada lector guarda como oro en paño y que ella, generosamente, tuvo a bien compartir conmigo. De momento, lo he regalado ya dos veces y releído otras tantas.
Estupor y temblores es la novela autobiográfica con la que Amélie Nothomb obtuvo el Gran Premio de la Academia Francesa en 1999. Con esta obra, la escritora narra la experiencia de una joven de origen belga, que comienza a trabajar para Yumimoto, una gran compañía japonesa de carácter internacional, con sede en Tokio.
La protagonista de estas 143 páginas, también llamada Amélie, permite que el lector se haga una idea fidedigna de cómo está concebido el mundo laboral en la isla del progreso y los negocios. Desde que la joven pone el primer pie en la compañía, queda patente la rígida jerarquía estructural nipona y la férrea disciplina a la que están sometidos los empleados en general, y ella en particular, por ser mujer y además extranjera.
A través de sorprendentes situaciones, el lector se sumerge en el ambiente laboral oriental donde cada actuación se ejecuta bajo un estricto protocolo, donde se penaliza cualquier atisbo de proactividad e iniciativa y donde la ausencia de emociones garantiza la eficacia y la productividad. Esta filosofía explica, por ejemplo, que Amélie, una chica preparada y con un dominio íntegro de varios idiomas comenzara a trabajar en la empresa, sin que en un principio le fuera asignada ninguna labor. Asimismo, esta forma de entender el trabajo justifica que se castigue a comprobar facturas de gastos a una mente que demuestra ser brillante redactando informes, por el hecho de haber manifestado iniciativa propia.
La protagonista comparte páginas con otro personaje femenino, la señorita Mori Fubuki, la esencia de trabajadora obediente incansable tan propia de la sociedad nipona. Ambas jóvenes representan el choque cultural entre Oriente y Occidente. La frescura y el carácter afable de la protagonista encuentran freno e incomprensión en la gélida personalidad de superiora inmediata.
La genialidad de este libro se encuentra en el contenido, pero también en cómo la autora decide exponer su experiencia en la gran compañía. Con una inteligente prosa Amélie construye un relato a ratos divertido y a ratos absurdo de lo que resulta ser un drama. De su puño encontramos reflexiones como ésta que merece la pena destacar: “existió el cristo de los olivos y yo soy el Cristo de los ordenadores”.
Un respeto sobrehumano a la jerarquía y una obsesión por la honra queda patente en las páginas de este libro que encuentra su título en el antiguo protocolo imperial nipón establece que uno deberá dirigirse a su superior con estupor y temblores.
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