Ese Montevideo donde muchas veces fui feliz no existe, dice Onetti de su ciudad natal, pero podría estar hablando de su obra, un flujo incesante de personajes que transitan por un mundo desolado, de ausencias, dominados por un pasado que les ha definido y que tampoco existe ya, y cuya ausencia provoca una lesión que no cicatriza; pero a veces ni siquiera los recuerdos existieron, y el dolor viene dado por la imposibilidad del sueño que intentaba paliar la realidad: un sueño tan largamente añorado que no se agota al despertar, y que se arrastra por la vida del personaje con regularidad dolorosa. Onetti dejaría Montevideo de joven, pero su ficticia Santa María, ese sueño de ficción, incluso de ficción dentro de otra ficción, lo acompañaría siempre, y a nosotros en el placer de su lectura.
Onetti escribía desde su cama, lugar que fue en sus últimos años toda su casa, en una enfermedad impuesta de soledad: su “deseo de perderse en la multitud”, como decía su hijo Jorge. Para leer sus cuentos, sin embargo, se debe estar bien erguido, y atento; de igual manera que para ver imágenes en tres dimensiones de un libro uno tiene que acostumbrar la vista y dedicarle tiempo, disfrutar a Onetti exige también un esfuerzo que de sobra será recompensado. Las cincuenta y siete historias que conforman sus Cuentos completos (1933-1993) son de una formidable y constante brillantez. Los cuentos están trenzados por esos personajes que habitan hoy un mundo anodino, donde la maquinaria del presente se repite hasta el tedio, un mundo sin conexión alguna con el del pasado, tristemente inasible, y de ahí la frustración de los personajes pero también su desdoblamiento, como la persona real que, tumbada en la cama, construye mentiras, y junto a él su antiguo fantasma. Bienvenido Bob o Jacob y el otro son excelentes ejemplos de esta tensión
Uno de las formas de valorar a un artista es medir el alcance de quienes lo han celebrado, citándolo o incluso imitando su estilo. Y posiblemente Onetti es, junto a Faulkner (a quien el primero admiró) el escritor más mencionado por todos los grandes que fueron sus contemporáneos, y sigue siendo hoy un objeto de culto para escritores de la categoría de Muñoz Molina o Vargas Llosa. Culto, eso sí, minoritario: mi libro, tomado en préstamo de la biblioteca municipal, es ejemplo de ello, y apenas ha sido prestado una docena de veces en los últimos siete años. La próxima semana regresaré para devolverlo, con la certidumbre de que el libro seguirá gustándome el resto de mi vida, y con el deseo de olvidar lo leído y poder así recuperar el placer imposible de una primera lectura, imposible pues en Onetti el olvido es la muerte, y su galería de perdedores seguirán siempre viviendo del recuerdo, y por lo tanto siempre vivos, personajes pues inmortales y algo embusteros abandonados en la sinceridad pobre de los días, arrastrándose a perpetuidad por su propia memoria, con el agotamiento (también eterno) de las figuras mecánicas de un reloj. Contagiado por la fragilidad de estos personajes devolveré el libro con la tristeza de quien ha abierto una correspondencia íntima y dolorosa, en su inicio ajena pero ya propia, y convencido de saber cuáles son las verdaderas ficciones: aquellas que, como en la realidad, sabes que nunca tendrán final.
Los Cuentos completos de Onetti están publicados en España por Alfaguara (septiembre de 2009). El vídeo de esta reseña se puede encontrar en el siguiente enlace: http://www.youtube.com/watch?v=24ghaejzvVY. Sobre Onetti otro enlace muy interesante es la magnífica entrevista que en 1977 le hizo TVE: está dividida en cuatro enlaces, desde el primero (http://www.youtube.com/watch?v=fcSfAhL-JtQ) es fácil acceder a los siguientes.
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